En el restaurante Bencomo, la comida es una experiencia sensorial que invita a emprender un viaje culinario, donde la pasión y la calidez se encuentran en cada plato.
El chef Diego Quintero, con su “cocina de herencia”, nos lleva a través de una travesía que abarca historias familiares y territorios lejanos, fusionando la tradición con una visión contemporánea de la cocina mexicana.
Desde el primer momento, Bencomo se presenta como un espacio donde cada detalle importa. Los salones, eclécticos y variados, ofrecen un viaje a distintos rincones del mundo, haciendo de cada elección un destino único. Pero además, un recuerdo de los sabores de la familia.
¡Sus salsas son increíbles! y la mejor forma de comenzar. Para mi que no como picante, eran ideales, pues no picaban mucho.
La mezcla de estilos arquitectónicos y de decoración añade una capa extra de interés a la experiencia, creando un ambiente acogedor y estimulante.
La comida, recomendada por el chef, comenzó con un crudo de kampachi. La frescura del pescado, combinada con una emulsión de maracuyá, aceite de albahaca, semillas de girasol, ikura y frambuesa, ofreció un comienzo vibrante y refrescante.
Cada bocado era un equilibrio de texturas y sabores, con la acidez de la maracuyá y la dulzura de la frambuesa realzando la delicadeza del kampachi.
La coliflor rostizada fue una revelación. A las brasas, la coliflor amarilla adquirió una profundidad de sabor que se complementó perfectamente con el pesto de quelites, el aceite de trufa, la vinagreta de naranja y el miso.
Este plato mostró cómo ingredientes humildes pueden ser transformados en algo extraordinario con la técnica y la creatividad adecuadas.
El risotto de huitlacoche fue otro punto culminante. El arroz cremoso, acompañado de un sofrito de pimentón ahumado, huitlacoche, nuez y chile pasilla, ofreció una rica paleta de sabores terrosos y ahumados.
Este tiempo, inspirado en la riqueza del maíz y sus derivados, encapsuló la esencia de la cocina mexicana en cada mordida.
El pescado del puerto, una pesca sustentable del día, se presentó con un sofrito de jitomate, vino blanco, alcaparras fritas, chips de plátano macho y ensalada de kale.
La frescura del pescado se elevó con la acidez del jitomate y el crujido de las alcaparras y los chips de plátano, mientras que la ensalada de kale aportó un toque de frescura y equilibrio.
Para finalizar, la selva negra, una tarta de chocolate oscuro con cremoso de frambuesa y mousse de chocolate, cerró la cena con una nota de indulgencia.
La combinación de sabores intensos y texturas suaves hizo de este postre un final perfecto para una velada memorable.
Las bebidas destacaron tanto como los platos. El spritz de frutos rojos con maracuyá, una mezcla de puré de frutos rojos, prosecco y agua mineral, fue una explosión de frescura y efervescencia.
Por otro lado, el de guayaba guanábana, con puré de guanábana, guayaba y jugo de piña, ofreció una experiencia tropical y refrescante.
Dónde: Av. Luis Cabrera 52, San Jerónimo Lídice, San Jerónimo Aculco, La Magdalena Contreras, 10400 Ciudad de México, CDMX
Precio: $$$
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