“Lo importante no es el destino, sino el camino”, dicen por ahí, y creo que tienen mucha razón.
Yo soy de Argentina y disfruto mucho viajar tanto dentro como fuera del país, porque reitero; lo importante no es el destino, sino la experiencia, cómo lo vivimos, lo que aprendemos y lo que hacemos con ello. Llevo relativamente pocos años viajando y explorando nuevas culturas y lugares, y siempre siento que al volver a mi casa, no soy la misma.
En 2017 tuve la experiencia viajera que me cambiaría para siempre: mi primer viaje sola, 40 días a Europa. Sentía que quería vivenciar algo como eso porque nunca salía de mi zona de confort y tenía miedo de enfrentar situaciones que a otras personas les parecían cotidianas. Así que ese fue el principal motor para emprender la aventura: superar mis propios obstáculos.
Qué decirles… salió todo tan bien que eso solo fue el comienzo de muchos más viajes, especialmente sola, donde me desafío constantemente y me doy un baño de humildad con cada aventura.
En todos mis viajes me suelo quedar en hostels, que son lugares increíbles no solo para conocer gente sino para conocer otras realidades. Sé que muchas personas usan este tipo de alojamiento para hacer amigos, pero en mi caso disfruto particularmente solo intercambiando y escuchando historias de vida, que me resultan tremendamente inspiradoras.
Así conocí gente que estaba haciendo voluntariados en Catamarca, Argentina (algo en lo que me encantaría incursionar), otros que estaban viajando hace años en moto por Latinoamérica, como mi amigo en Medellín, otras personas con quienes compartí una celebración de fuegos artificiales por San Juan en Porto e incluso hubo risas en un comedor en Edimburgo porque eramos 3 personas con el mismo sweater comprado en la misma tienda de moda barata.
Romper barreras personales también hizo que me sintiera más cómoda para viajar, incluso dentro de mi país, algo que normalmente no hacía, o que solo me llevaba a las localidades más populares visitadas en temporada alta, y nada más. Emprender este camino interno despertó una curiosidad infinita dentro de mí que se mantiene como una llama activa, motivandome constantemente. Hoy en día tengo como objetivo conocer todas las provincias de Argentina, y a la fecha, ya conocí más de la mitad. ¡Pero queda tanto por ver y recorrer! Podría darles mil recomendaciones sobre mi país pero solo voy a decirles lo siguiente: si nunca lo vieron y quieren morir de risa con la prueba del colchón más fallida de la historia, busquen el capítulo de Alan visitando el hotel Llao Llao en Bariloche.
Todos los caminos recorridos y las experiencias vividas me hicieron ver lo privilegiada que soy de poder realizar viajes por placer. Hoy en día no hay comienzo de viaje que no me emocione, sea en avión, bus, tren, cerca de mi casa o muy lejos, sola o acompañada. Vivir aventuras te despierta emocionalmente y te brinda una perspectiva muy enriquecedora de la vida. Uno empieza a valorar las pequeñas cosas; esa cervecita al atardecer, caminar descalzo en arena que no quema, las comida de un local que te recuerda a la de tu mamá, la sonrisa de un vendedor ambulante que luego de 10hrs bajo un calor agobiante sigue manteniendo su emprendimiento con mucha alegría, gente que sin conocerte te abre las puertas de su casa, entre tantas otras maravillosas situaciones a las que te expones en un intercambio de culturas, dejándote totalmente vulnerable y permeable.
Aquellas barreras que en un momento representaban un obstáculo para mi crecimiento, quedaron tan atrás, que ya no las siento parte de mi persona. Por el contrario, hoy en día me he vuelto una promotora de salir de la zona de confort, y doy ánimo a otras personas para que vivan sus propias aventuras.
Al volver de los viajes nunca somos los mismos, porque me gusta creer y tener presente que nos traemos un montón de “souvenirs intangibles”: traemos el aroma de esas comidas típicas alojados en nuestras narices, personas que se volvieron inolvidables aunque nunca más hablemos con ellos, paisajes que quedaron grabados en la retina, todas esas fotos que no tomamos pero que atesoramos en nuestro corazón, y la sensibilidad a flor de piel.
Espero de corazón que todos encuentren su motivación para salir de su zona de confort, y si aún no la encontraron: llegaron al lugar indicado.
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