Desde 2019 se me metió a la mente la idea de pasar año nuevo en NYC junto con mi perrito.
Comencé a planear todo para que fuera posible, sin embargo, la pandemia me obligó a posponerlo. Fue hasta el 2022 que la cosas volvieron a regularse un poco más, que tomé la decisión de realizar mi viaje.
Anteriormente ya había tenido la oportunidad de viajar con mi perrito, así que ya sabía más o menos la dinámica del trámite y sobre todo sabía que mi perro nació para ser un viajero, ya que para él resulta de lo más natural trasladarse a cualquier sitio conmigo en todo tipo de transporte. Así que después de haber hecho una exhaustiva investigación sobre todos los detalles pet friendly como hoteles, vuelos, actividades y todo el papeleo que necesitaba, emprendimos nuestra aventura a NYC.
Viajamos con Aeromexico y no tuvimos ningún problema para abordar, ya que previamente había recibido la carta de autorización para que mi perro viajara conmigo en cabina. Cuando llegamos al JFK el personal de migración se portó increíble con Chuck, mi perrito (y sí, se llama así por Chuck Bass). Honestamente yo iba súper nerviosa de que en algún momento me fueran a decir algo por Chuck pero no fue así, revisaron que todos los documentos estuvieran ok y listo, salimos del aeropuerto directo al airtrain para irnos en metro hacía Manhattan.
Nos hospedamos en pod 51, un hotel súper pet friendly en donde nos recibieron increíble, nadie absolutamente nadie me dijo algo por Chuck al hacer el check in, tampoco nos pusieron algún tipo de restricción y para mi sorpresa, tampoco me cobraron depósito de limpieza o de garantía por si mi perro rompía o ensuciaba algo. Yo había hecho la reservación con varios meses de anticipación y también les había avisado que viajaba con él. De cualquier forma, aunque mi perro es súper educado y limpio, llevé pañales absorbencias por cualquier cosa, sin embargo, jamás tuvimos accidentes.
Honestamente me sorprendí de lo verdaderamente pet friendly que es la ciudad, pudimos ir juntos a todos lados, nuestro itinerario se centró en recorrer toda la ciudad en bicicleta, para que Chuck pudiera ir en la canasta y visitamos la mayoría de los parques que hay por toda la ciudad. La verdad es que mi perrito la pasaba espectacular jugando y corriendo muy feliz como si fuera newyorkino, tanto que regresaba exhausto al hotel a comer y dormir, por lo que yo podía aprovechar el resto de la tarde para ir al teatro, museos o a cenar.
Pasamos Año Nuevo juntos en el hotel porque ese día llovió muchísimo. Yo pedí una cena deliciosa con champagne, por delivery, y nos dormimos temprano porque una de las actividades que más anhelaba hacer era patinar por todo Nueva York (porque sí, también me llevé mis patines) y para mi suerte y contra todo pronóstico, el clima estuvo hermoso, fue un día muy soleado y no hizo nada de frío, así que pasé toda la mañana recorriendo la ciudad sobre ruedas. Un verdadero sueño hecho realidad.
Por último, me gustaría contarles lo que más me sorprendió del viaje, además de lo que ya comenté sobre la cultura pet friendly de la ciudad, me quedé impresionada con la calidez de la gente, (yo sé, suena raro) pero de verdad la gente se me acercaban para saludar a mi perro, tomarnos fotos, para jugar con él, le ofrecían premios, le hacían cariñitos, se me acercaban para platicar e incluso mucha gente creyó que Chuck y yo vivíamos en NY porque hasta los turistas nos pedían que los orientáramos.
De verdad puedo decir que haber visitado la ciudad más increíble del mundo a lado de mi perrito fue un momento mágico que nunca voy a olvidar, es más, de solo contarlo nuevamente se me llenan los ojos de lágrimas. Sin duda fue, es y será el mejor y más especial viaje de mi vida.
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