Oaxaca es uno de los estados más representativos y visitados de México. Hace poco me preguntaba el por qué de su auge turístico, porque la verdad hace tiempo que no visitaba la metrópoli. En diciembre decidí aventurarme a conocer la ciudad y me quedó claro lo rico y estimulante que es.
Me planteé un par de misiones que cumplir en mi estadía: redescubrir los sabores de su gastronomía; buscar una vasija de barro para mi casa —siempre que visito un lugar procuro comprar algo local para tenerlo en mi hogar—; hacer el art tour de la mano de Luis Hampshire, colega y artista, para entender más la escena del arte y también visitar una reserva natural de la zona.
Una frase cortitita pero que resume lo que pasa en Oaxaca. Tuve la oportunidad de ir a Casa Oaxaca y Origen, algunos de los restaurantes que empezaron a presentar y compartir la gastronomía oaxaqueña con un toque moderno e internacional.
Hoy, la “nueva ola» es más oaxaqueña que nada porque saborear lo que se prepara en las ‘cocinas de humo’ o brunchear en Itanoní resulta ser el plan perfecto, ¡todavía me acuerdo de las memelas y tetelas que probé! También son súper recomendables Cabuche y Sabina Sabe, que tiene las 3B: bueno, bonito y buen precio.
Nada como la mezcla de creatividad contemporánea y garigoleado que ves en Levadura de Olla, su comida enaltece la cocina local pero con maridajes y toques muy bien pensados que se ganan un lugar en tu memoria.
Otra experiencia que me dejó con la boca abierta fue la de Alfonsina, el restaurante de Jorge León —conocido como “El moles” ya que trabajó y participó en la creación del “Mole Madre” de Pujol— y su mamá, Elvia. Para empezar tienes que salir del centro de Oaxaca y llegas a la casa de uno de los chefs. Ahí, te deleitan con sabores y combinaciones que valen lo que pagas; no les miento, probé el mejor mole que he comido en mi vida.
Entre los “antojitos” que se me pegaron en la mañana fue el pan de Boulenc; a medio día una marquesita del Centro y alguna que otra nieve o cosita de picar en el vasto Mercado de la Merced.
Mis visitas artísticas fueron muy enriquecedoras. Mi pareja y yo visitamos el Centro de Artes de San Agustín, fundado por el icónico Francisco Toledo y es el primer centro de artes ecológico de Latinoamérica y dedicado a la creación artística.
El edificio es impresionante y tiene intervenciones espectaculares. La sala principal me recordó a las que hay en los proyectos de arte en Brooklyn, como tipo industrial o un Kunsthalle, un gran espacio.
Los siguientes días estuve de paseo con el gran Luis Hampshire, artista con el que trabajo y represento con mi galería. Luis es de Oaxaca, parte de su familia llegó al estado en los años 1800’s y son descendientes de un minero inglés, de apellido Hampshire, que hizo de Oaxaca su hogar y cuna de su familia.
Por ello, la obra de Luis es un híbrido entre culturas e intereses, muy al estilo “criollo”, una tendencia que está muy fuerte en el mundo del arte. Sus influencias van desde el europeo Guston hasta Tamayo y el mismo Toledo.
Sus piezas a pesar de percibirse como “muy europeas” tienen fuertes inclinaciones al diseño, a lo mexicano y, sobre todo, a lo oaxaqueño. Esta mezcla está presente en sus imágenes, al usar la vasija, el metate, la arena mezclada con el óleo o al usar mole para crear arte —conocido en Oaxaca como “enmolarte”—.
También visitamos el MUPO y la exposición del gran Raúl Herrera. Conocí a Andy Medina que pertenece a la nueva ola de artistas disruptores, los Yope Projects y me llevó a conocer a la artista Guadalupe Salgado… Sin duda hay muchos artistas y mucha producción muy interesante en Oaxaca, ¡con el legado que tienen no podríamos esperar menos!
Por fin logré ir al estudio del gran guerrero y pintor Raúl Herrera, digo guerrero porque a sus 94 años tiene la vitalidad, fuerza y mente de un joven. Me contó mil historias que daban para estar día y noche en su estudio. Si ya lo admiraba, hoy lo hago mucho más.
Emprendimos el viaje a las famosas cascadas petrificadas de Hierve el Agua, cuya belleza y magnitud me impactaron. Disfruté de la vista, de la compañía y del sentimiento que me da cada que estoy en la naturaleza: que todo está bien.
Deje al último lo de mi búsqueda del objeto ideal para llevar a casa y por suerte ¡lo encontré!
Me quedé con muchas ganas de visitar más estudios de artistas, talleres de oficio, de probar los restaurantes, escondites y misterios de la sierra oaxaqueña, pero ahora ya tengo mil y un razones por las cuales volver a este bello estado.
Karen Huber,
Galerista y promotora cultural
@karenhuber_
Fotografías cortesía de Karen Huber e internet
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